Eran las 6 de la mañana cuando sonó el despertador de mi movil aunque en la pantalla decía las 13h. Aún sigue con la hora española así sé en que hora vive mi gente de allá en cada momento. sin tener que hacer sumas incómodas a veces.
Bajé de mi litera con la ilusión de una niña que va de excursión. Me vestí y salí a la panadería de la esquina a comprar el pan calentito, recien hecho para el desayuno.
Poco a poco fueron bajando los demás. Y llegaron Pepe, Darwin y Carlos. los vecinos y compañeros de viaje.
Las mochilas a la espalda y en camino.¡Me iba a ver algo del Perú verde!
Después de casi una hora de taxi y tres de autobús, llegamos a Canta, la primera estación de nuestra excursión.
Canta es un pueblo bonito. Combina el encanto de ser un lugar ya algo apartado, en la sierra de Lima a 3000mt de altitud, con algunas tiendecitas que recuerdan que es lugar de paso para turistas.
Desde allí empezaba realmente la excursión. Comenzamos a andar en dirección al cielo. ¡Que placer! montañas repletas de verde hasta donde me alcanzaba la vista. Tras una hora llegamos a Obrajillo donde paramos a comer. Después del leve descanso continuamos la marcha, aún quedaba mucho por andar hasta llegar a Huaros, nuestro destino.
Muy valiente me creia yo cuando empezamos en Canta, pero conforme ibamos subiendo sentía mis pulmones más pequeños y mi corazón se quería salir del pecho cuando hicimos un trecho campo a través subiendo como cabrillas. Así llegamos a Acochaca, el último pueblo antes Huaros y aún quedaban 3 horas de camino hacia arriba. y para colmo se me había hecho una ampolla enorme en el pie. ¡Estas chicas de ciudad!
Decidimos separarnos en dos grupos, el de los gimnastas que siguieron andando y el de los no tanto que preferimos ver el paisaje sobre ruedas. Hicimos una hora más de camino hasta volver a Obrajillo donde tomamos una combi. No es por justificar que no pudiese seguir pero ese trecho que fué por un camino diferente al de ida, nos brindó unos de los lugares más bonitos del viaje. Agua en rio, en cascada, flores de todos las formas y colores... Cuando llegamos a Obrajillo se nubló e inclusó comenzó a llover. Arrancó la combi y de camino a Huaros subimos hasta transpasar las nubes y descubrir el sol nuevamente como un espejismo maravilloso. Todo a nuestro alrededor eran enormes praderas espolvoreadas por cientos de vacas que pastaban con una paz contagiosa.
Por la noche a 4000mt de altitud me ahogaba solo con subir los 6 peldaños del hospedaje. La gente del lugar nos ofeció mascar hojas de coca para el mal de altura. Lo intenté, pero el sabor no me gustó nada. En frente del hospedaje en una casa habia un pequeño cartel de madera que decía "Restaurante" allí una señora con los coloretes típicos de las personas de montaña nos sirvió una sopa de leche con espagueti que nos vino muy bien para recuperarnos. Después intenté ver, en vano, las estrellas ya que las nubes habian subido de nuevo por encima de nuestras cabezas.
A las 5:30h nuestros cuerpos, condolidos por la dureza del colchón de paja, se fueron levantando. Y salimos a buscar un café y un trozo de pan.
El pueblo es un lugar precioso. En la falda de un cerro, el agua que baja por casi cualquiera de sus calles empedradas refleja un sol especialmente radiante.
Aún teníamos que subir hasta unos 4600mt a ver unas ruinas. Decidimos que mejor hacerlo a caballo. Fué un paseo muy bonito, aunque tengo que reconocer que pasé muchísimo miedo en algunos momentos cuando mi pobre yegua se resbaló con las piedras mojadas pasando por un camino de apenas un metro y junto a un precipicio.
Jesús , nuestro guia de 7 años, se reia de mi cuando yo gritaba de miedo. Tambien fué divertido.
Llegamos a la cima y allí tuve la oportunidad de estar un ratito sola contemplando lo maravillosamente bello que es el mundo. Desde la inmensidad de las montañas, el vuelo de un águila que bailó para mi a los colores azul turquesa de las alas de una mariposa que se posó en una flor junto a mi. y entonces entendí porque algunos incas eligieron aquel lugar para vivir aunque casi cueste la vida llegar.
Por la tarde volvimos a Lima, a la horrenda Lima, pero en el cielo nos acompañó la luna llena, naranja y preciosa para recordarme que incluso los lugares más feos pueden cobrar belleza si ella está ahí.
Pepe, Sandra, Sven y yo, los jinetes
Parte del paisaje volviendo a Obrajillo.
Y a la vuelta del camino...ésta preciosidad. Me recordó mucho al viaje Marruecos
Carlos yo y Sven, los cerros detrás
Y subimos por encima de las nubes.
Más agua...
Mascando hojas de coca
Una calle de Huaros
Loretta y yo con Jesús, nuestro experimentado guia.
Y llegamos a la cima, bueno nos faltaban 100mt por andar.